El Mito, una forma de Poder Simbólico.

Publicado: abril 11, 2008 en General
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Casi imperceptiblemente, el mito vislumbra las creencias acerca de las costumbres socioculturales apropiadas para cada uno de nosotros, como imponiendo un “sentido de lugar” (un sentido de lo correcto, de lo usado), a modo de nuestra ubicación inconsciente en el espacio social. De esta forma, son inscritos en nuestras mentes y en nuestros cuerpos (en lo que pensamos, en lo que vestimos y consumimos), disposiciones al consumo sociocultural (o lo que Bourdieu llama Habitus[1]) que impone una forma de ser y de estar, de pararse en el campo social, un punto de vista, o una vista desde un punto en el espacio social.

El mito puede ser una forma imperceptible de Poder Simbólico, y por tanto de violencia simbólica[2]. Esto, cuando actúa como un dispositivo de poder que neutraliza la voluntad de acción de las personas, sin qué éstas lo perciban como tal.

Lo anterior lo explicamos como causa de que los mitos o creencias se han engendrado en campos de producción cultural particulares, en los cuales sólo ‘tienen la pelota’ aquellos que dominan los patrones de producción, y definen lo valido, lo valioso, y cuentan con el poder para reproducirlo y legitimarlo en los diferentes contextos sociales.

En Chile, los niveles socioeconómicos más acomodados, con estéticas más burguesas, tienden a aspirar en términos generales, a cánones de belleza como cuerpos más esbeltos y refinados. Se otorga un valor estético positivo a los cuerpos esbeltos, delgados, flacos. Imágenes que son reesforzadas por la Moda, por la publicidad en los medios de opinión pública, promociones de ideas y creencias en torno a lo esbelto como un valor estético positivo que se reproduce de generación en generación, en los miembros de la familia; “Ser delgado es más saludable”, “estas preciosa, más delgada…”, etc.

Por ejemplo, si nos detenemos a reflexionar en la disposición al consumo de alimentos en las clases populares chilenas, y tratamos de develar el mito, nos encontramos con fenómenos como el siguiente; Hace poco, un programa de la TV abierta mostraba como una familia de clase media baja creía que llevar una dieta saludable significaba gastar más dinero de su precario presupuesto. La experiencia mostraba como la familia invertía 130.000 pesos chilenos al mes en alimentación. Después de la asesoría de una Nutricionista, la familia adquiere hábitos más saludables, con un gasto en alimentación de 100.000 pesos chilenos al mes.
La familia sostenía el mito de que alimentarse en forma saludable era más caro, por lo que está destinado a niveles socioeconómicos más altos. El mito quedo desmentido con la comparación del monto del presupuesto destinado a la alimentación. Si nos detenemos a analizar el mito, encontramos la creencia, en las clases populares, de que llevar un estilo de vida saludable, alimentarse más sano, hacer ejercicio, etc. Es un privilegio de clases más acomodadas, de que se necesita tener más recursos para aquello, etc. El mito se vislumbra, en este caso, en frases como; “las viejas de la población son guatonas”, “las cuicas son flacas”, “comer sano es caro”, etc.

Existe una forma de discriminación, encarnada en el estigma de ser gordo o padecer de sobrepeso. Se percibe como una forma de racismo o clasismo (Violencia Simbólica), como un valor estético negativo. Ser gordo puede ser un signo de no pertenecer a la “socialite”, de pertenecer a las clases populares, esta fuera de los cánones de belleza. “Ser gordo es de Rotos”.

En ambos casos, se le atribuye un valor social, una significación social, que tendrá el sentido que le asignen los diferentes puntos de vista en el espacio social, en concordancia con sus Habitus socioculturales.

Para Pierre Bourdieu; “El poder simbólico es un poder de hacer cosas con palabras”. La producción de creencias nos mueve usualmente a hacernos de frases que, al ocultar su violencia simbólica, contradicen nuestros propios supuestos o ideales. El mito es un potente generador de creencias que alimenta el sentido común; por ello, parte de la tarea de un Cientísta social, de un Educador, o de un Ciudadano crítico es brindar los elementos que permitan, ampliar la mirada, ‘desmitificar’ la realidad que el mito intenta ocultar.

El espacio social esta lleno de mitos y creencias acerca de lo Real, lo Bello, lo Bueno, etc. Todos a su modo y en su contexto determinado, ejercen una forma de poder simbólico sobre el comportamiento de las personas.
Los mitos funcionan como un principio organizador de la multiplicidad de grupos que actúan en las ciudades.

Los individuos, entran en relación con otros a partir de un comportamiento afectual y a partir de un espacio (físico o simbólico) que tiene un sentido dado y compartido, y en donde se actualiza la memoria colectiva del mito, esto es, en el rito.

[1] El Habitus genera una forma de identidad y participación, disposiciones al consumo, identificación con ciertas prácticas propias de un grupo social determinado con el que se comparten capitales similares.

[2] En palabras de Bourdieu; “la violencia simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas ‘expectativas colectivas’, en unas creencias socialmente inculcadas. Como la teoría de la magia, la teoría de la violencia simbólica se basa en una teoría de la creencia, o mejor dicho, en una teoría de la producción de la creencia, de la labor de socialización necesaria para producir unos agentes dotados de esquemas de percepción y de valoración que les permitirán percibir las conminaciones inscriptas en una situación o en un discurso y obedecerlas.”

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